Desde la infancia, todo organismo
dispone de normas internas concernientes a los estímulos focales privilegiados
en la experiencia anterior de los individuos en relación a los mismos estímulos
de igual naturaleza, por su duración, su intensidad o su frecuencia relativa.
Estos estímulos sirven de punto de referencia en el momento en que al sujeto se
le pide un juicio afectivo. Así en las comparaciones por parte de figuras geométricas
regulares o irregulares. Se constata que los niños escolarizados prefieren a
las primeras que a las segundas. Estamos en presencia de un punto de
referencia, que resultan de adquisiciones escolares (las figuras geométricas
regulares constituyen los arquetipos) o de la familiaridad de algunas de estas
formas en un medio ambiente fabricado. Adultos todavía jóvenes, con un nivel de
instrucción primario, presentan el mismo comportamiento que los niños y entre
ellos no hay apenas evolutivas genética en los que representa las preferencias.
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